JUAN 6
Al
levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a
Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?"
Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno
pudiera comer un pedazo de pan", No podemos atenderlos, diles que se
vayan. Y nosotros estamos cansados, si se van cada uno tendrá algo para
comer en su casa.
Uno de los catequistas, Andrés, el hermano de Simón Pedro, apasionado
por servir a la gente y poseedor del don de descubrir talentos y valorar
a las criaturas, se puso a buscar, convencido de que entre ellos habría
gente que tendría grandes dones para compartir. Y en esto se encontró a
un niño que tenía una bolsa llena de talentos y algo de comer; Y le
dijo a Jesús:
"Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, a
primera vista no parece mucho, pero podríamos empezar a repartir y
seguro que, al verlo, la gente comenzará a confiar y también compartirá
otros panes y otros peces"
El niño le dice: "No puedo dártelos, mi madre se enfadaría, pensaría que
me los he comido y no confiaría más en mí". Tras discutir un tiempo el
niño y el catequista Andrés, éste le dice al niño:
"Te prometo que todo lo que des a Jesús llegará de nuevo a tus manos multiplicado por cien"
El niño dijo: "vale, confío en ti, porque eres mi catequista".
Jesús continuó la conversación: "Decid a todos que se sienten, cuando un niño comparte su pan, el milagro ya viene sólo"
Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados.
Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos:
"Recojed lo que sobra, para que no se pierda nada, y llevádselo, a la vez que acompañáis al niño, a casa de su madre".
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de
los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer,
la gente decía:
"Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo".
La madre del niño, tan sólo, lloró de alegría y orgullo porque el nombre de su hijo quedó ya escrito en el proyecto de Dios.